Una hierba para la inmortalidad
Capítulo 46
HIERBA BALIS: Lo primero, mi felicitación al Acanto de flores con corola de color púrpura que florece de abril a mayo.
A mí nadie me conoce físicamente, porque la que ahora os habla es una planta mítica. Soy la Hierba de la Inmortalidad. También me llaman Hierba Balis. Avellano racionalista, por mucho que te empeñes en negar mi existencia, aquí estoy.
En este simposio ya se ha hablado de mí. Lo hizo la Posidonia mediterránea en la exposición de la Higuera. Todos recordaréis al dios marino Glauco, que antes de convertirse en una divinidad (de segundo orden; todo hay que decirlo), fue un simple pescador.
CAMELIA*: Ya me acuerdo. El pescador estaba hambriento y comió una hierba desconocida que le hizo inmortal.
POSIDONIA: Sus hombros se fortalecieron, sus piernas desaparecieron y en su lugar apareció una gran cola de pez.
HIERBA BALIS: Pues si vuestra memoria es tan buena, también recordaréis que Poliido devolvió la vida a otro Glauco. Aquel príncipe niño cretense que se ahogó en un ánfora de miel.
Nos lo relató el Moral que rehúye las tierras excesivamente calurosas, excesivamente secas y excesivamente frías.
MORAL: Sí. Antes, Poliido había visto cómo una serpiente se acercó a su pareja muerta y la resucitó frotando el cuerpo muerto del reptil con una hierba milagrosa.
HIERBA BALIS: Ahora yo misma contaré otra historia.
MADROÑO: Todos lo esperamos con impaciencia.
HIERBA BALIS: La historia se desarrolla en Lidia; a orillas del río Hermo.
Trata de dos jóvenes hermanos llamados Tilo y Moria. Tilo y Moria salieron a pasear a orillas del río. Moria saltó a una suave roca lisa que rodeaban las aguas del río y allí permaneció observando el discurrir de la corriente.
Y Tilo se sentó a descansar a la sombra de un Aliso (6).
El sol buscaba su ocaso inundándolo todo de color y sombras centelleantes.
-“El árbol ya está en sombra… pero ha encendido las puntas de sus ramas más extremas en un par de rayos. ¡Qué mágica deflagración!” –murmuró Tilo en voz queda mientras se tumbaba para disfrutar del impresionante espectáculo.
Pero quiso la mala suerte que sin darse cuenta apoyase el codo en un nido de serpientes venenosas y una le mordió en la cara. La muerte de Tilo fue casi instantánea.
Moria, que lo había visto todo, volvió corriendo a todo correr a donde su hermano estaba. Desesperada, llamó a gritos al gigante Damasén:
–“¡Socorro, Damasen, auxilio!”.
El gigante surgió como por arte de magia de detrás de otro imponente Aliso que vivía en la orilla contraria del río. (6)
Como todos los gigantes, Damasén era hijo de Gea la de amplio pecho (2). De él la gente contaba que había nacido ya adulto e incluso con una espesa barba. Contaban también que, tan pronto como el gigante vio la luz, Ilitía, la diosa que presidía los partos, hija de Zeus y Hera, le dio armas.
Damasén fue educado por la inmortal Discordia, que los griegos llamaban Eris.
Pero ni siquiera Eris había conseguido que Damasén fuera un mal gigante, como lo eran el resto de sus hermanos. Por el contrario, Damasén era gentil y bondadoso.
El gigante arrancó el árbol de cuajo y con él aplastó a la serpiente hasta matarla. Luego volvió a colocar el árbol en su sitio y este se dio prisa en enraizar de nuevo como por arte de magia. (6)
AVELLANO: Más bien por la cuenta que le tenía.
HIERBA BALIS: En ese instante salió la serpiente hembra del nido y se deslizó veloz hacia una pradera cercana.
La vieron volver enseguida llevando una hierba en la boca.
La serpiente hembra acercó la hierba a la boca del macho muerto por el gigante y este revivió milagrosamente.
Damasén y Moria no tardaron ni un segundo en aplicar la hierba en la boca de Tilo, que abrió sus ojos adolescentes y volvió a la vida.
La hierba que devolvió la vida a Tilo era yo misma. Me llamaban la Hierba de la inmortalidad y espero haberos convencido de mi existencia.
ALISO: Puedes sentirte satisfecha, porque lo has conseguido, Hierba Balis.
HIERBA BALIS: De lo que no cabe la menor duda es de la existencia de la planta que presento a continuación.
Se trata de la Andrómeda polifolia, que crece en turberas y brezales húmedos de gran parte de Europa, sobre todo septentrional y central. Puedes comenzar cuando quieras, querido arbusto, cuyo nombre debes al de una famosa princesa de quien nos hablarás a continuación.
PERSEA: ¿Y qué pasa conmigo, Hierba?
HIERBA BALIS: No me he olvidado de ti, Persea, árbol sagrado de la mitología egipcia: el ished.
En Egipto te plantaban cerca de los templos para que tu sombra les hiciese más gratos.
PERSEA: Los egipcios decían que yo crecía en el mundo de los dioses y me asociaban al nacimiento del dios Ra; y también con Osiris, es decir, con el dios sol. El dios Thot escribía en mis hojas. (25)
Pero debe comenzar la Andrómeda de largos estolones reptantes y hojas siempre verdes.
Próxima lectura: «La Andrómeda y la Persea»
Capítulo 47
Elena Huerta Fernández para VISITARB MADRID