Ulises entre Escila y la higuera
Capítulo 7
ESCILA: Gracias, gentil Pensamiento de bonitos pétalos, especie silvestre común en Europa.
Mi nombre rememora el de una deidad muy arcaica, Escila, nieta de Gea, la Tierra de anchos caminos.
Muy pocas generaciones separan a Escila del Caos, que fue el principio de las cosas.
Del Caos surgió Gea y poco después Eros, el inmortal que cautiva el corazón y la sensata voluntad (2).
Gea, por sí sola, parió a Urano (el Cielo), las Montañas y el Ponto (el Mar). Luego, Gea y Ponto engendraron cinco deidades marinas: dos femeninas que se llamaron Ceto y Euribia; y tres masculinas, conocidos como: Nereo, Forcis y Taumante.
Al prudente y veraz Nereo ya le conocéis: fue el padre de las cincuenta Nereidas de quien nos habló la Encina.
Taumante fue el padre de las Harpías insaciables y de Iris, la mensajera de los dioses de alas polícromas.
Ceto y Forcis fueron los padres de Escila.Escila, en un principio, fue muy hermosa. Era tan agraciada que el Olímpico Poseidón, el dios de los cabellos azules, se enamoró de ella. Otros decían, sin embargo, que el enamorado fue Glauco, un dios marino menor, el cual, loco de pasión por Escila, desdeñó el amor de la hechicera Circe.
Así que lo único que podemos considerar fiable es que fueron el rencor y los celos los que guiaron la mano culpable que transformó a Escila en un horrendo monstruo marino.
Aunque nunca sabremos a ciencia cierta si fueron los celos de Anfitrite, la deslumbrante nereida esposa de Poseidón, o fue el encono de Circe, enamorada del dios Glauco y despreciada y abandonada por este.
AVELLANO: ¡¡Fiable!! ¡¡”A ciencia cierta”!! ¿Y qué más?
HIGUERA: ¿Qué murmuras por lo bajo, arbolillo de aspecto arbustivo cuya reproducción por semillas resulta lenta e insegura? Continúa, Escila Marítima, de la familia de las Aspagaráceas.
AVELLANO: Quieres decir de la familia de las Asparagáceas, Higuera.
HIGUERA: ¿Pues no he dicho eso? ¡Es que tú me pones especialmente nerviosa, y cuando me pongo nerviosa, me trabo!
POSIDONIA: Permíteme, Escila de dos hojas verdes lanceoladas. Creo que conviene decir unas palabras sobre el dios marino Glauco. Los árboles foráneos nos lo agradecerán.
ESCILA: Adelante, Posidonia Oceánica, planta acuática endémica del Mediterráneo.
POSIDONIA: Antes de convertirse en un dios marino, Glauco fue un mortal corriente; un pescador, para ser exactos.
Aquel día no había habido suerte con la pesca, y por la noche Glauco descansaba en la playa. Admiraba la luna llena saliendo lenta del horizonte marino, grande y de color naranja, como un sol que se deja mirar. Glauco el pescador tenía hambre y no tenía nada que llevarse a la boca.
Se le ocurrió entonces mordisquear algunos puñados de una hierba desconocida para él. Sin saberlo, Glauco había comido una buena porción de la Hierba de la Inmortalidad; así que quedó convertido en una divinidad marina, aunque de segundo orden.
Más tarde fue purificado por las adorables Nereidas y adquirió el don de profetizar. Su figura había cambiado: sus hombros se desarrollaron y sus piernas se transformaron en una gran cola de pez. También cambió su fisonomía: le creció una barba de reflejos verdosos.
AVELLANO: A la “Hierba de la Inmortalidad” se la llamaba también “Hierba Balis”. Ni que decir tengo que no existe. Se trata de una fantasía.
VOZ DESCONOCIDA AL FONDO: Van a tener razón los que dicen que el Avellano es el típico petulante que cree que lo sabe todo.
TILO: El dios marino Glauco acompañó a los Argonautas en su viaje en la nave Argo y los apoyó en sus combates.
MORAL: Más adelante yo me referiré a otro personaje distinto llamado también Glauco. Pero el Glauco de quien yo os hablaré nació y murió siendo humano.
ESCILA: Todas vuestras aportaciones son de agradecer. Pero debo continuar.
SÓFORA*: Yo estoy ansiosa por ver qué pasa con Escila.
ESCILA: Te comprendo, Sófora, oriunda de China y Japón, árbol de gran rusticidad.
Tanto si la culpable fue Anfitrite, la esposa de Poseidón, como si la culpable fue Circe, despechada por la indiferencia de Glauco, ambas versiones coinciden en que la transformación de Escila se produjo cuando “alguien” arrojó otras hierbas mágicas en el estanque en que esta se estaba bañando.
El hecho es que Escila quedó convertida en un ser pavoroso cuya parte superior femenina tenía seis cabezas, mientras que de sus ingles nacían seis animales que devoraban todo cuanto alcanzaban.
Odiseo, más recordado como Ulises, después de sortear con éxito el peligro que suponían las Sirenas …
OLMO: “… que hechizan a los hombres con su canto …” (4)
ESCILA: Ulises –digo- tuvo que enfrentarse a un riesgo más peligroso todavía: las Rocas Salientes. Tenía que atravesar un paso entre esos dos riscos mortales.
OLMO: “Solamente una nave ha podido salvar este paso” dice Homero. Se refiere al Argo de Jasón y los Argonautas.
TILO: E incluso el Argo hubiese naufragado si no hubiese sido por la simpatía que su capitán Jasón provocaba en la diosa de los dulces ojos castaños: Hera.
ESCILA: Gracias, Olmo. A ti también, Tilo, gran conocedor de la aventura de Jasón y los tripulantes del Argo. ¿Puedo seguir?
Sigo. En uno de los dos riscos se refugiaba Escila, en el otro, Caribdis.
Escila vive en una gruta y su aullido es incongruentemente tierno … como el de una perra que hubiese parido recientemente. Posee doce patas deformes y de su torso de mujer salen seis larguísimos cuellos con sus correspondientes cabezas. Las seis bocas tienen tres hileras de múltiples dientes “llenos de muerte muy negra” (4). A pesar de semejante peligro, la maga Circe había aconsejado a Ulises que era preferible acercarse a Escila que a la tremenda Caribdis.
Así lo hizo Ulises y vio cómo Escila se inclinaba sobre el barco, agarraba a seis de sus marineros, les rompía los huesos y se los llevaba a las rocas para devorarlos con más tranquilidad. Su repugnante y estrafalario gañido era como el lloro de un cachorro.
GINKGO*: ¡Qué horror!
HIGUERA: ¿Has terminado, preciosa Escila? ¿Sí? Pues ahora me toca a mí.
Queridos árboles y plantas extranjeros a la cuenca mediterránea, que no os confunda la hermosa sonoridad de su nombre: Caribdis. Caribdis era otro monstruo siniestro. Pero tampoco Caribdis había sido siempre un monstruo. Y su linaje era de tan probada nobleza como el de Escila. Caribdis fue hija de Gea y Poseidón, nada más y nada menos.
Caribdis, lo mismo que Escila, acabó convertida en un abyecto engendro marino que habitaba en una gruta formada por las rocas que bordean el estrecho que separa Mesina de Ia península itálica. La causa de su triste transformación: un defecto, su veracidad excesiva.
MADROÑO: Quieres decir voracidad, es evidente, Higuera. Si me lo permites, Higuera que resistes grandes sequías y calores, diré algo que me atañe.
HIGUERA: Encantada, Madroño de frutos de color rojo de agradable sabor.
MADROÑO: Un día Heracles pasó por donde Caribdis vivía, conduciendo los rebaños que había robado en Iberia al rey Geriones, de cuya sangre surgí a la vida yo, Madroño, cuando el héroe que siempre iba cubierto con la piel de un león le dio muerte.
Caribdis se dejó llevar por su gula desmedida; robó algunos de los bueyes, que antes fueron de Geriones y ahora eran de Heracles, y los devoró uno tras otro. Zeus castigó su glotonería desmesurada, convirtiéndola en un ser espantoso y arrojándola al mar.
Gracias por tu amabilidad, Higuera de amplia y extendida copa.
HIGUERA: Por nada, Madroño, habitante de setos y bosques de casi todas las provincias españolas.
Tres veces al día Caribdis absorbía grandes cantidades de agua marina, y con ella todo lo que el agua arrastraba; y tres veces las vomitaba. Es cierto: sólo el Argo, el barco de los Argonautas capitaneado por Jasón, había logrado escapar de los envites de Caribdis.
En la cumbre de la gruta donde vivía la terrorífica Caribdis vivía también uno de mis árboles, muy frondoso y de gran tamaño. Caribdis estaba al pie del risco. Desde donde yo estaba podía ver todos los días a Caribdis absorber en aquel punto las aguas saladas. Nunca olvidaré aquella tarde en que vi venir a un hombre medio desnudo, pues los envites del mar y del viento habían desgarrado sus vestiduras de marino. Ulises se acercaba peligrosamente al punto mortal.
Su nave había naufragado y Ulises se aferraba desesperadamente al mástil, la única parte de su nave que aún se mantenía a flote. La corriente producida por las impresionantes fauces de Caribdis le arrastraba sin remedio. Cuando estaba a punto de ser absorbido por aquel engendro infausto, Ulises se impulsó con fuerza y saltó hacia mí. En un acto desesperado intentaba alcanzar una de mis gruesas ramas. Yo aproveché el soplo del austro para combar algunas de ellas hacia el ilustre náufrago. Fue todo lo que pude hacer para ayudarle. Ulises se asió a la rama rodeándola con brazos y piernas. Él contaba después que se agarró allí como un murciélago.
OLMO: “No tenía ni lugar donde hacer pie ni podía trepar a la copa; las raíces quedaban bien lejos, las ramas robustas se elevaban muy altas cubriendo de sombra a Caribdis” (4).
HIGUERA: Ulises se mantuvo aferrado firmemente a la rama con brazos y pies, esperando, con el corazón saliéndosele del pecho, que la criatura escupiese de nuevo la quilla y el mástil del barco. Así fue y el valiente Ulises, en el instante en que los divisó, se soltó de la rama y se lanzó a las aguas nadando rápidamente hacia los maderos.
No falló. Agotado, consiguió sentarse encima, y utilizando sus brazos como remos, se alejó de allí tan rápidamente como pudo. Logró salir de aquel sitio tan peligroso. Todo gracias a mí. Yo me alegré de perderle de vista, aunque me alegré solo por él. Me hubiera gustado retenerle más tiempo. Como hizo después la divina Calipso.
Tras nueve días a la deriva Ulises llegó a la isla Ogigia, donde vivía Calipso, descendiente de titanes.
OLMO: “Derecho caminó hacia la cueva espaciosa. …Allí estaba ella, un gran fuego alumbraba el hogar, el olor del alerce y …”
CEDRO: “… del cedro de buen corte, al arder, aromada dejaban la isla.”
CIPRÉS: “A la cueva servía de cercado un frondoso boscaje de fragantes cipreses, alisos y chopos…”
VID: “En torno a la cóncava gruta extendíase una viña lozana, florida de gajos. Cuatro fuentes en fila, cercanas las cuatro en sus brotes, despedían a lados distintos la luz de sus chorros.”
VIOLETA Y APIO: “Delicado jardín de violetas y apios brotaba en su torno: hasta un dios que se hubiera acercado a aquel sitio, a su vista, gozando en su pecho, quedaríase suspenso.” (4)
SAUCE BLANCO: Se ve que a todos os gusta la Odisea y que os es propicia la gentil Mnemósine (Memoria), la Titánide madre de las Musas de cabellos violetas, las diosas a quienes me consagraron.
HIGUERA: Los mitógrafos no se ponen de acuerdo sobre quién fue la madre de Calipso. Y en cuanto al padre, lo que parece más probable es que fuera hija del Titán Atlas o Atlante.
PAPIRO: Calipso significa “la que oculta”.
PINO PIÑONERO: La isla de Ogigia no era tal isla, sino la península de Ceuta, enfrente de Gibraltar.
ALISO: El hecho de que alrededor de la gruta donde vivía Calipso hubiese un bosquecillo de alisos, cipreses y álamos negros significa que realmente Calipso era una diosa de la muerte.
HIGUERA: Tú lo sabes mejor que nadie, Aliso, árbol amante de las aguas corrientes y limpias, que los antiguos griegos consagraron al más importante de los Titanes: Crono.
Calipso amó a Ulises y lo retuvo con ella todo el tiempo que pudo; hasta que Zeus, a petición de Atenea, la diosa de claras pupilas, le ordenó dejarle marchar. Ulises despreció la inmortalidad que la ninfa Calipso le ofrecía. El amor de su hijo Telémaco y de su fiel esposa Penélope le hacía preferible su condición de mortal a la inmortalidad.
Y con esto pienso que tú y yo finalizamos nuestra exposición, Escila cuyo tallo floral forma un racimo de seis o más flores.
SÓFORA*: Ha estado muy bien. Os felicito a las dos.
HIGUERA: Gracias, Sófora japónica de flores agrupadas en racimos.
OLMO: ¿Os importa que intervenga? Solo será un momento. Píndaro dice creer “que el prestigio de Ulises es mayor que sus fatigas por lo dulces que resultan las palabras de Homero” (3).
ESCILA: Umm … Me gusta. No sé qué pensará la Higuera.
HIGUERA: Pues lo que pienso lo dice también Píndaro en otro momento: “Aquello que alguien dice bien, avanza con voz inmortal. Y se abre paso sobre la tierra feraz y a través del mar el rayo por siempre inextinguible de las hazañas hermosas”. (3)
ESCILA: Acto seguido le corresponde hablar al Iris, representante de un género de plantas bulbosas de vistosas flores, que vive en todas las regiones templadas del hemisferio norte y en los más diversos lugares: dehesas, laderas herbosas, ribazos de ríos e incluso desiertos, sin que la altitud le importe.
Próxima lectura:
«El Iris y la diosa del arco multicolor»
Elena Huerta Fernández para VISITARB MADRID