Melicertes y el Abeto
Capítulo 13
ABETO: Vuestros elogios me abruman. Vayan por delante mis felicitaciones al Azafrán de bellas flores de color violáceo y al Enebro Oxycedrus que puede alcanzar una altura de ocho metros y se distingue del Enebro común por las dos líneas blancas que sus hojas tienen en el envés.
Os anticipo que la compleja narración que me corresponde es triste; aunque para mi gusto tiene matices luminosos. Empieza y acaba con la muerte de dos niños: uno humano, Melicertes; otro divino, Dioniso.
Y os preguntaréis: si el relato trata de Dioniso ¿por qué no la cuenta la Vid, o la Hiedra, que son las plantas insignia de este dios? De hecho, les pediré ayuda cuando corresponda. Pero el niño humano Melicertes es de mi entera incumbencia. Y he optado por empezar por él. Eso supone comenzar por el final de la historia. Explico por qué enseguida.
El pequeño cuerpo sin vida de Melicertes acabó colgado de la rama más baja de uno de mis árboles: un Abeto de amplias ramas que vivía próximo al mar.
Aquel inteligente delfín había hecho todo lo posible para salvar a Melicertes (6), pero desgraciadamente no pudo evitar que el niño se ahogara.
Luego puso todo su empeño en llevar su cuerpecito a la tierra y buscó y buscó hasta encontrar una zona en el mar, próxima a un acantilado de poca altura. Allí, la profundidad de las aguas era la suficiente para permitirle dar uno de esos espectaculares saltos de que son capaces los delfines y dejar colgado el cuerpo inerte del niño en la rama más cercana al suelo de aquel Abeto que, atento y silencioso, pendía sobre el mar, como he dicho antes.
Melicertes era nieto de Cadmo, personaje al que aludió el Azafrán de doble tallo en su exposición y del que hablarán a continuación el Avellano y el Laurel.
Melicertes era hijo de una de las hijas de Cadmo, Ino, y de su esposo Atamante. Ino y Atamante reinaban en Etolia.
Atamante ya tenía dos hijos de su anterior matrimonio, porque Ino no fue su primera esposa. Atamante había estado casado en primeras nupcias con Néfele (Nube), con quien había tenido dos hijos: Frixo y Hele; el Azafrán de doble tallo se ha referido a ellos en su narración.
ARAUCARIA*: Los que viajaron a lomos del mágico cordero volador.
ABETO: Efectivamente, Araucaria que ya habitabas la tierra en la era Mesozoica.
Pero cuando conoció a Ino, Atamante se enamoró de ella y repudió a Néfele.
Atamante e Ino se casaron y tuvieron otros dos hijos: Learco y Melicertes. Al principio de su matrimonio, Ino convive con sus dos hijastros, Frixo y Hele, a quienes no soporta; y se pasa la vida urdiendo planes para acabar con ellos.
El comportamiento de Ino con sus hijastros era lamentable. Hasta el punto de que Zeus tuvo que intervenir para que los hermanos Frixo y Hele pudieran huir de las maquinaciones de su madrastra Ino.
El asombroso carnero con capacidad para volar y cuya lana era de oro puro salvó a Frixo y Hele de Ino. Ya lo contó el Azafrán, planta perenne que crece en terrenos descubiertos, soleados, sin arbolado.
Hay otras versiones distintas a las del cordero mágico, pero esta es la que me parece más verosímil…
AVELLANO: ¿¡Más qué!?
ABETO: Optaré por ignorarte, Avellano de amplia y extendida copa.
ENCINA: La leyenda de Ino puede ser el inicio de la mala fama que acompaña a la figura arquetípica de la madrastra. Una vez más la mujer por los suelos.
ABETO: No seré yo quien te lo discuta, Encina, árbol asociado a las mujeres en tierras de Castilla, en tu península Ibérica.
El comportamiento malévolo hacia los hijos de su esposo fue minando poco a poco la salud mental de Ino. Y por si fuera poco la diosa Hera acabó desquiciándola.
CEDRO DEL HIMALAYA*: ¿Y qué tenía la diosa Hera contra Ino? ¿Y cómo y por qué acabó Melicertes ahogado en el mar?
ABETO: A explicar eso iba, Cedro del Himalaya o de la India, gran conífera de propiedades curativas. La vida de Ino, la madre de Melicertes, acabó en el suicidio: la locura la llevó a arrojarse al mar desde un acantilado entre Mégara y Corinto; y lo hizo con su pequeño hijo Melicertes en brazos.
Pero creo que concierne a la Hiedra y a la Vid explicar el porqué del enojo de Hera contra Ino. Por algo son las plantas emblemáticas de Dioniso.
VID: Allá vamos, Abeto de corteza delgada. Si a Ino le había resultado insuperable el escollo de su convivencia con sus hijastros, aún tuvo que enfrentar otro segundo obstáculo grave en su vida: la ira de la divina esposa de Zeus, la diosa Hera.
El segundo problema en la vida de Ino empieza con su hermana. Se llamaba Sémele y fue una de las amantes más importantes de Zeus.
Ambas, Ino y Sémele, habían heredado la gracia de su madre, Harmonía, que era hija de Afrodita nada más y nada menos. Harmonía era la esposa de Cadmo y saldrá a relucir en repetidas ocasiones en este coloquio.
Zeus se había enamorado de Sémele, que le había hecho padre de Dioniso.
Es comprensible que Hera, la esposa oficial de Zeus, estuviera rabiosa contra Sémele; tan furiosa que provocó su muerte.
Posteriormente también intentó por todos los medios que su hijo Dioniso desapareciera.
Algo que no consiguió, porque Dioniso había heredado la divina inmortalidad de su padre Zeus.
MANZANO: Resulta de lo más lógico que las constantes infidelidades de Zeus alimentasen de continuo los celos de Hera, la diosa de Argos, a quien estuve consagrado.
HIEDRA: Cuando Sémele murió, Zeus pensó en un principio encargar la crianza del niño Dioniso a su hija Perséfone, que ya reinaba con Hades en los Infiernos. Pero Perséfone conocía cómo se las gastaba Hera y eludió el encargo. Entonces Zeus recurrió al matrimonio formado por Ino y Atamante. Al fin y al cabo eran tíos de Dioniso.
Atamante e Ino criaron a su divino sobrino Dioniso en su primera infancia.
ABETO: Se entiende que Ino y Atamante acogiesen en su casa al pequeño dios Dioniso por los lazos familiares que les unían. Pero Hera les guardó odio eterno y se tomó la revancha volviéndoles locos a los dos.
CEDRO DEL HIMALAYA*: Ya entiendo. Al final Melicertes, el pobrecito, pagó los platos rotos.
ABETO: Así es, Cedro, gran conífera cuyas piñas se desintegran cuando maduran, liberando semillas aladas. Repito: la diosa Hera no perdona a Ino y a Atamante el amparo que prestaron a Dioniso y los castiga con la locura. En su demencia, Atamante confunde a su hijo Learco con un ciervo y le da muerte.
Ino, enloquecida, huye con Melicertes y no encuentra otro refugio que el suicidio.
-“Si es lo mejor, ¿por qué las lágrimas se agolpan en mis ojos pugnando por salir? Estoy tranquila. El aire y los latidos de mi corazón entran y salen silenciosos. El mar apacible; inmenso dragón echado, casi siempre dormido. Las olas lejanas, vibrantes, escamas de color cambiante. Respiración rítmica, las olas rompientes en la arena, entre las rocas” – grita Ino al viento.
Y se arroja al mar desde un escarpado precipicio llevando en los brazos a Melicertes.
Alguien vio el cadáver de Melicertes apoyado blandamente en la rama más baja de uno de mis árboles, y fue a dar la noticia del hecho al rey de Corinto, Sísifo, que precisamente era hermano de Atamante.
Sísifo acudió al lugar y enseguida reconoció que se trataba de Melicertes, su pequeño sobrino.
Cuando Sísifo enterraba el cadáver de Melicertes, surgió del mar como por ensalmo una de las cincuenta Nereidas de excelsos tronos (3), las agraciadas hijas del primitivo dios marino Nereo, el irreprochable.
La Nereida ordenó a Sísifo que se rindiese culto al pequeño Melicertes como si de un dios menor se tratara:
–“A partir de ahora, al pequeño Melicertes se le conocerá con el nombre de Palemón, y en honor de Melicertes-Palemón se celebraron los Juegos Ístmicos”.
Y dicho esto, la Nereida volvió al mar para reunirse con sus fascinantes hermanas.
PAPIRO: Abeto cuyas piñas colgantes no se deshacen en la madurez ¿sabes que el significado de Palemón es “luchador”?
ABETO: ¡Cómo olvidarlo, Papiro que puedes alcanzar hasta los tres metros de altura! Os dije que la historia tenía mezcla de oscuridad y luz.
De la misma forma que Melicertes se transforma a su muerte en divinidad, Ino se transforma en la diosa marina Leucótea. Esta palabra significa diosa blanca.
POSIDONIA: Atiende, Rosal, escucha cómo yo también puedo recitar a Píndaro: “Cuentan también que en el mar le ha sido dispuesta a Ino para toda la eternidad una imperecedera existencia en compañía de las marinas hijas de Nereo”. (3)
MIRTO: No en vano Ino era hija de una diosa menor, Harmonía, y nieta de dos importantes dioses olímpicos, porque, como se ha dicho, Harmonía era hija de mi diosa Afrodita de sublime belleza.
GRANADO: Y del dios Ares, que también era guapísimo.
ABETO: ¡Bueno … fin de la historia! Y ahora creo que es tu turno, Avellano, considerado desde siempre y por distintos pueblos un árbol mágico y poético.
Próxima lectura:
«El avellano y los dientes del dragón»
Elena Huerta Fernández para VISITARB MADRID