El laurel y la fuente Castalia
Capítulo 15
LAUREL: Gracias Avellano, cultivado por el alto valor de tus frutos.
Un bosque de laureles consagrado a Apolo rodeaba la fuente Castalia en Delfos (*).
La fuente Castalia provenía de los manantiales del río Cefiso, a quien mencionó el Narciso que prefiere praderas de montañas poco calcáreas; no será la última vez que alguien se refiera al río Cefiso en este simposio.
Demostraré que yo también puedo citar al dramaturgo Sófocles, como hicieron el Rosal y el Malvavisco.
Con seguridad que el Narciso de los prados sabe a qué fragmento de la obra de Sófocles me estoy refiriendo. ¿No es así, Narciso, que floreces a partir de mediados del invierno?
NARCISO: Lo sé, Laurel de hojas persistentes. “Aquí, bajo el celeste rocío, florece un día tras otro el narciso de hermosos racimos, antigua corona de las dos grandes diosas.
AZAFRÁN: … y el azafrán de resplandores de oro.
LAUREL: Y las fuentes que no descansan, las que reparten las aguas del Céfiso, no se consumen, antes bien, cada día, sin dejar uno, corren fertilizando con rapidez en inmaculada corriente por los llanos de esta espaciosa tierra.
Y no la detestan los coros de las Musas, ni Afrodita la de las riendas de oro” (12)
En los tiempos antiguos, los humanos atribuían al agua en general el espíritu de la verdad y el poder de la profecía. El agua de la fuente Castalia particularmente favorecía la inspiración de los poetas y filósofos; y yo, Laurel, he bebido durante muchos siglos de esa agua.
La fuente Castalia era un manantial sagrado; los que peregrinaban a Delfos se purificaban en sus aguas antes de entrar en el recinto sacro.
PINO PIÑONERO: La fuente Castalia estaba situada al pie de la peña Hiampea, en el monte Parnaso, en el barranco de las rocas Fedríades.
LAUREL: Algunos estaban convencidos de que Castalia era una ninfa hija del río Aqueloo.
Otros decían que era una muchacha que se sumergió en la fuente cuando Apolo la perseguía.
El caso es que, lo mismo que antes había hecho Dafne (Laurel), también Castalia rehusó los amores del, quizá excesivamente, refulgente Apolo. Huyendo del dios, Castalia se ahogó en la fuente.
Apolo, consternado, consagró la fuente a las amables Musas, cuyos regalos rápidamente cambian el ánimo.
La fuente era custodiada por una serpiente de tamaño más que considerable.
PLÁTANO: Disculpa, Laurel de hojas aromáticas, me gustaría decir que la fuente Castalia estaba enmarcada por un Plátano.
LAUREL: ¿Quieres seguir tú, Plátano de sombra?
PLÁTANO: No. Tú lo haces muy bien, Laurel.
LAUREL: Se decía que la serpiente que protegía la fuente era hija de Ares el de áureo yelmo.
Cuando Cadmo acude a Delfos, el oráculo le aconseja que abandone la búsqueda de su hermana Europa y funde una ciudad.
Lo acaba de relatar nuestro querido y escéptico Avellano, cuyas grandes y vellosas hojas consumen los ciervos con placer, pero no ha dicho que esa ciudad sería Tebas
A instancias de Atenea, la diosa de las pupilas azules (4), Cadmo mató a la serpiente que custodiaba la fuente.
Luego la diosa que ostentaba el patronazgo de Atenas le ordenó arrancar los dientes del reptil y sembrarlos.
De los dientes enterrados en la tierra nacieron unos hombres armados de aspecto prodigioso pero temibles, como contó el avellano.
Cadmo, viéndose en apuros, tiró una piedra contra ellos y finalmente terminaron matándose mutuamente.
Solo sobrevivieron cinco y eso tampoco lo dijo el avellano
AVELLANO: ¡¿Cómo pude olvidarme?! ¡Pues lo olvidé! ¿Me permitirías añadir algo, Laurel de espesa sombra?
LAUREL: Adelante, Avellano.
AVELLANO: Gracias. Los seres de esa especie que todavía cree ser el único ser vivo que tiene el monopolio de la inteligencia, dieron el nombre de Cadmo a un metal: el cadmio, derivado del carbonato de zinc.
Los griegos se referían a los tebanos como cadmeos y a la región de Tebas como Cadmeia.
Llamaron también cadmeia a la calamina, relacionada con el cadmio. Plinio explica que la calamina –que se empleaba en medicina- se obtuvo por vez primera en las proximidades de Tebas, la ciudad fundada por Cadmo.
LAUREL: Muy bien, Avellano de crecimiento rápido. Y ahora vais a permitirme que os presente al Cálamo aromático, conocido científicamente como Acorus calamus, planta con hojas aromáticas, largas y de bordes ondulados, amante de la humedad y de las aguas lentas y estancadas;
su tallo semileñoso se utilizó en la Antigüedad clásica como instrumento de escritura.
En la próxima leyenda16 : «Cálamo y el hijo de la hora»
Elena Huerta Fernández para VISITARB MADRID