Los inicios de Heracles
Capítulo 41
ÁLAMO BLANCO: Ya que el melancólico Lino ha hablado de Heracles, el héroe a quien me consagraron, voy a contaros la historia de su nacimiento e infancia.
Antes que a Heracles, los griegos me consagraron a Apolo y a la diosa Core-Perséfone, esposa de Hades el dios gigantesco (3).
Yo simbolicé la resurrección. Apolo es el sol que renace cada día. Perséfone regresa al mundo de los vivos al inicio de cada primavera. También el héroe de la clava estuvo en el reino de los muertos y salió de él con vida.
Nada más salir del Hades insondable, Heracles se hizo una corona con mis ramas más tiernas.
Mis hojas –que siempre habían sido oscuras- al entrar en contacto con el sudor de la frente del héroe, se volvieron blancas. Eso explica el color blanco de su envés y su textura aterciopelada.
La madre de Heracles fue la princesa Alcmena.
PAPIRO: Alcmena pudiera significar algo cercano a “El poder de la Luna”.
ÁLAMO NEGRO: El Lino ya nos ha contado que el esposo de la madre de Heracles fue Anfitrión. Anfitrión era hijo del rey de Tirinto. A Anfitrión le ocurrió lo mismo que a tantos otros personajes de los que se ha hablado en este simposio: Anfitrión asesinó a su tío, el rey de Micenas, y tuvo que exilarse a Tebas para purificarse de este crimen.
Recuerdo que un frío glacial de viento huracanado azotaba árboles y plantas el día en que Anfitrión mató a su pariente.
Su prometida Alcmena le acompañó en el exilio.
Anfitrión amaba con vehemencia a Alcmena y ansiaba casarse con ella cuanto antes. Pero Alcmena se negó en redondo a casarse hasta que Anfitrión no vengase la muerte de sus hermanos, que habían sido asesinados por unos invasores telebeos procedentes de un grupo de islas del golfo de Corinto.
–“Me casaré contigo, pero no antes de que hayas vengado la muerte de mis hermanos”. – anunció Alcmena contundente a su prometido Anfitrión.
Para llevar adelante la venganza contra los asesinos de los hermanos de su novia, Anfitrión pidió apoyo a Creonte, regente de Tebas.
La respuesta de Creonte fue la siguiente:
–“Yo te ayudaré, Anfitrión, pero no antes de que tú me ayudes a mí. Hay un ruin animal, un zorro gigantesco que está asolando Tebas y necesito librarme de él. Ya te aviso de que la empresa no te resultará fácil”.
En un primer momento, Creonte no le dijo a Anfitrión que el zorro había sido enviado por los dioses y que su destino era no ser cazado jamás.
Cuando Anfitrión lo supo, se deprimió bastante, porque todo el mundo sabe que contra el destino nada se puede hacer.
Hasta que recordó que precisamente conocía a alguien que tenía un perro con un destino contrario: el destino de aquel perro era no fallar nunca en la caza de sus presas.
El dueño del perro se llamaba Céfalo y estaba de casualidad en Tebas por aquellos días. Céfalo se hallaba en la ciudad porque él, a su vez, necesitaba purificarse de otro homicidio: había causado involuntariamente la muerte de su amada esposa Procris.
-“¡Qué situación sorprendente: un animal cuyo destino es cazar siempre a su presa, con el cometido de cazar a otro animal cuyo destino es no ser cazado jamás! ¡Me parece que solo los dioses podrán solucionar algo tan contradictorio. Y dentro de la estirpe de los dioses habrá de ser uno con mucho poder!” – exclamó Céfalo.
En efecto. Únicamente Zeus pudo resolver el problema; y lo hizo: en un abrir y cerrar de ojos convirtió a ambos animales en piedra.
Con el tema solucionado, Anfitrión y Creonte pudieron centrarse en vengar el asesinato de los hermanos de Alcmena, atacando a los invasores telebeos.
Pero ocurría que el rey de los telebeos, Pterelao, era nieto de Poseidón quien …
POSIDONIA: …quien le había implantado a su nieto en su cabellera un cabello de oro que aseguraba su inmortalidad.
ÁLAMO BLANCO: Solo su hija Cometo lo sabía. Y quiso la suerte que Cometo se enamorase de Anfitrión.
Buscando beneficiar al hombre de quien se había enamorado, Cometo arrancó el cabello de oro de su padre. Pterelao ya no era inmortal y Anfitrión acabó con su vida y pudo llevar a término la venganza contra los telebeos.
Por cierto, la conducta de Cometo contra su padre revelaba tal falta de fidelidad y de afecto filial que provocó una gran repugnancia en Anfitrión.
ENCINA: Lo cual no hace ni una brizna de hierba menos reprobable el suceso infausto de que matase a Pterelao y a la propia Cometo, como cuenta la leyenda que hizo.
ÁLAMO BLANCO: Muy cierto, Encina defensora de las mujeres. Anfitrión puso rumbo a Tebas. Por fin se casaría con su prometida Alcmena.
Pero con lo que no contaba Anfitrión era con el hecho de que Zeus le tomase la delantera. El rey del Olimpo también estaba enamorado de Alcmena la de oscuros párpados (3), y con la intención de engendrar a Heracles había tomado la apariencia de Anfitrión.
La noche de bodas Alcmena se acostó dos veces; la primera con un falso Anfitrión; la segunda con el auténtico.
Zeus no solo actuó llevado por Eros. Le impulsaba también otra motivación. Sabía que se avecinaba una guerra horrorosa: la que iniciarían los Gigantes, hijos de Gea, contra los dioses Olímpicos, sus nietos.
(*) Gea estaba recelosa del poder que estaban acumulando los Olímpicos; y creó a los Gigantes para darles una lección. El oráculo de Gea había profetizado que los Gigantes solo podrían ser muertos por un humano que siempre fuera cubierto con una piel de león.
Cuenta Homero en la Ilíada que Zeus cometió el imprudente error de contar al resto de los dioses cuáles eran sus intenciones: que él se disponía a engendrar a este humano; que el niño que iba a nacer, y que por otra parte cumplía con el requisito de ser descendiente de Perseo -el matador de la desventurada y peligrosa Medusa- estaba destinado a ser en el futuro un poderoso rey de Argos.
Pero ocurre que Argos es la tierra favorita de Hera, a quien se llama “la diosa argiva” por esta ciudad.
A Zeus este detalle se le pasó por alto. El orgullo y los celos de Hera activaron ciertos planes en su mente divina, contrarios a los de su omnipotente esposo.
Hera sabía que otra mujer -la esposa del rey de Micenas- estaba embarazada. Precisamente, este niño también era descendiente de Perseo, aquel héroe que libró al mundo de la cruel Medusa. Hera lo sabía –repito- pero se calló.
Cuando Zeus anunció ante el resto de los inmortales cuál era su propósito al engendrar a este humano, la diosa de los brazos nacarados le puso a su esposo Zeus una condición:
– “Si no he entendido mal, el primer niño descendiente de Perseo que nazca disfrutará del destino que tú has descrito. ¿No es así?”.
– “Así es” – aseveró Zeus.
– “Júralo.”
Y Zeus juró. No albergaba ninguna duda de que ese niño iba a ser Heracles, su hijo e hijo de Alcmena.
Cuando el período de gestación de ambas mujeres llegaba a su fin, Hera, con la complicidad de su hija Ilitía, la diosa que presidía los partos, retrasó todo lo que pudo el parto de Alcmena.
El parto. Tarracota del siglo V a-C
Y se encargó personalmente de que la reina de Micenas diese a luz cuanto antes. Así nació Euristeo a los siete meses de su concepción.
Euristeo, con el tiempo, llegaría a ser rey, mientras que Heracles se convirtió en un subordinado del sietemesino Euristeo, para quien tuvo que llevar a cabo sus famosos doce trabajos.
ÁLAMO NEGRO: Pero volvamos con Alcmena que está dando a luz. Alcmena trajo dos niños al mundo: Héracles, hijo de Zeus e Ificles, hijo de Anfitrión.
Ambos niños se encontraban en la cuna cuando dos serpientes de considerable tamaño se deslizaron silenciosas por la habitación. La nodriza de los niños dormitaba. Los fantásticos reptiles silbaron al reptar por los barrotes de la cuna.
En menos que canta un gallo ambas sierpes yacían muertas a los pies de la cuna. Mientras Ificles lloraba a lágrima viva, Heracles las había asfixiado con sus manitas, aunque estas apenas abarcaban a los grandes reptiles.
Los intentos de Hera por matar al pequeño Heracles quedaron frustrados y Anfitrión supo a ciencia cierta quién era hijo suyo y quien era hijo de Zeus.
PAPIRO: Resulta sarcástico que Heracles signifique lo que significa: “gloria de Hera”.
CHOPO DEL CANADÁ*: De lo más sarcástico.
ÁLAMO NEGRO: Sería un placer para mi hermano y para mí que terminases tú esta exposición, encantadora Azucena, que representas la aristocracia entre las plantas bulbosas.
AZUCENA: Gracias, Álamo Negro, cuyas raíces se ahondan hasta alcanzar capas profundas.
Aquel anochecer la luna se mostraba despacio envuelta a ratos en veladuras anaranjadas. Luego subió cada vez más alta, como si tentara a que fueran a buscarla.
Aquella noche, Hera, sin saberlo ni pretenderlo, amamantó a Heracles.
No sé bien si fue cosa del dios Hermes o de la diosa Atenea, que buscaban con ello que Heracles pudiera acceder con el tiempo a la condición de inmortal.
El caso es que, cuando la diosa se percató, apartó de su pecho al bebé Heracles violentamente. Un chorro de leche salió despedido y cuentan que de esa manera se formó la Vía Láctea.
Yo no estaría demasiado segura de este cuento, pero lo que sí sé con seguridad es que unas gotas de leche cayeron a tierra y gracias a este hecho el mundo conoció mis flores. Los botánicos me conocen como Lillium candidum.
AVELLANO: Lo de cándido le va como anillo al dedo humano.
ÁLAMO NEGRO: ¿Qué farfullas, Avellano…?
AVELLANO: ¡Nada, nada!
PAPIRO: Candidum en latín significa muy blanco, Avellano que requieres climas algo lluviosos.
ÁLAMO BLANCO: Gracias, Azucena, planta vivaz de delicadas flores blancas y de agradable aroma. ¡Y ya puede empezar el o la siguiente!
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«La Hebe pregunta por la Divina Juventud»
Elena Huerta para VISITARB MADRID