La Hebe pregunta por la Divina Juventud
Capítulo 42
HEBE: Tu intervención ha sido breve, pero ha estado muy bien, Azucena, que tienes dos tallos, uno subterráneo bulboso y otro aéreo herbáceo.
En lo que a mí concierne, yo he venido a esta asamblea en representación de un género de plantas nativas de Australia, Nueva Zelanda y otras regiones que en cuanto a latitud nada tienen que ver con el Mediterráneo.
A pesar de no pertenecer de nacimiento a la zona mediterránea, la humana especie me ha bautizado con el nombre de una diosa griega que, según me han contado, era una beldad, y toda ella Juventud. Así que he venido a esta reunión a que alguien que la conozca bien me hable de ella; de Hebe, la diosa a la que debo mi nombre. (*)
Pero primero me presentaré, porque soy consciente de que, al no pertenecer a vuestro entorno, muchos de vosotros no me conoceréis. Si no estoy en flor, soy difícil de identificar. En la actualidad le gente humana me cultiva en muchos jardines.
Tengo cuatro filas perpendiculares de hojas en pares opuestos.
Mis flores son perfectas –no es porque yo lo diga-y se distribuyen en una inflorescencia en espiga.
Según la especie, nuestro tamaño difiere: somos desde arbustos enanos, a árboles de hasta siete metros. Soporto casi todo tipo de suelo. Me propago fácilmente tanto por semillas como por esquejes, y puedo vivir desde la costa hasta un ecosistema alpino.
Además, soy fuente de alimentación para numerosas mariposas.
CORNEJO: Pues resultas ser una planta muy interesante, Hebe.
DÍCTAMO BLANCO: Tanto la Azucena, como el Lirio, como el Helicriso, como yo mismo, podemos hablarte con conocimiento de causa de la diosa Hebe, porque tuvimos ocasión de frecuentarla mucho al estar bajo la advocación de su madre, la reina del Olimpo, la diosa Hera, de brazos tan bonitos y nacarados como la misma Azucena.
Pero las cuatro hemos acordado que ahora hablaría yo, porque soy la única que no he hablado todavía en este simposio.
Hebe era como se decía Juventud en griego antiguo. El padre de Juventud -o Hebe- fue Zeus por cuyo trueno tiembla la anchurosa tierra (2). La madre, ya lo he dicho: Hera.
Hebe tuvo dos hermanos: Ares (Marte), el guapo guerrero
y Hefesto. (Vulcano).,el ingeniero y orfebre de los dioses
Tenía también una hermana que se llamaba Ilitía. La función de esta última divinidad era presidir los partos de las mujeres
ÁLAMO BLANCO: Yo mencioné a Ilitía cuando hablé del nacimiento de Heracles.
BAOBAB*: ¿Y cuál era la función de Hebe?
DÍCTAMO BLANCO: Hebe se encargaba de servir al resto de los dioses Olímpicos su comida y bebida: la ambrosía y el néctar. Era «La copera de los dioses»
Hebe había estado enamorada desde siempre de Heracles. Desde el mirador privilegiado que suponía el Olimpo celeste, Hebe seguía todas las correrías del héroe, (6) que fueron prácticamente incontables.
AVELLANO: Debió de ser por eso (porque estaba distraída todo el tiempo) por lo que Zeus sustituyó a Hebe en sus funciones. Le diría algo así como: – “Déjalo, hija. Antes de que desaparezcamos exangües por inanición, mejor será que sea Ganimedes quien nos dé comer y de beber.”
ROBLE: A nadie le habrá pasado desapercibido el sarcasmo banal del caústico Avellano. Pero esta vez casi tiene razón.
Zeus se había enamorado del jovencísimo Ganimedes. Era este un príncipe troyano de una belleza sin parangón. Hay “mazo” de versiones sobre los antecedentes familiares del muchacho. No vienen al caso.
Lo importante es que Zeus –que disfrutaba adoptando la forma de otros seres de vez en cuando- se convirtió esta vez en un águila de gran tamaño y raptó al adolescente Ganimedes cuando se encontraba cuidando de los rebaños de su padre en un monte próximo a Troya.
ALMEZ: Muchos artistas han representado el águila-Zeus en compañía del jovencísimo Ganimedes .
DÍCTAMO BLANCO: Ganimedes sustituyó a Hebe en sus funciones.
HEBE: ¿Y a qué se dedicó entonces la diosa Juventud?
AZUCENA: Pues ayudaba a Hera a vestirse, le preparaba el baño, enganchaba los caballos a su carro…
HERACLEUM MANTEGAZZIANUM: Lo que Hebe no hizo bajo ninguna circunstancia fue dejar de seguir de cerca las innumerables peripecias de Heracles. (6) Hebe debió de sufrir un poco, porque el héroe a quien estuve destinado tuvo varias esposas, y además hubo otras muchas mujeres en su vida.
HERACLEUM SPHONDYLIUM: La vida de Heracles terminó en un suicidio. El héroe tomó la decisión de arrojarse a una pira para eludir el horrible sufrimiento que le estaba causando el veneno de la Hidra. El porqué se contó en detalle en nuestro primer coloquio vegetal. (1)
El fuego consumió la parte mortal del héroe, pero justo antes de morir Heracles fue arrebatado por una nube que le ascendió al Olimpo celeste.
Una vez allí, Hera, que le había odiado toda la vida, se reconcilió con él.
HERACLEUM MANTEGAZZIANUM: En el fondo de su tibio corazón de diosa, Hera ya había perdonado a Heracles hacía tiempo. Fue aquel día en que se libró la guerra de los Gigantes contra los dioses Olímpicos: la Gigantomaquia, a la que se ha referido el Álamo Blanco.
Cada uno de los dioses y diosas tuvo que luchar contra un gigante distinto. Hera peleó contra el Gigante Porfirión. Pero, tal y como Gea había vaticinado, el único que podía dar muerte a todos y cada uno de los Gigantes era un mortal que siempre iba cubierto con la piel de un león.
Cuando Hera se encontraba en efecto bastante apurada en su lucha contra Porfirión, acudió en su auxilio el héroe de la clava de duro Olivo, que remató al Gigante.
DÍCTAMO BLANCO: Y, como dicen los humanos, “el que la sigue la consigue”. Cuando Heracles sube al Olimpo celeste, la diosa Hera le propone que se case con la eterna Juventud, su bella hija Hebe.
HEBE: E imagino que fueron felices por toda la eternidad.
ARAUCARIA*: ¡Bárbaro! ¡Cuánto me placen las historias con finales felices!
SÓFORA*: Hablo por todos los árboles no pertenecientes a los países que baña el Mediterráneo. Al escuchar vuestra intervención, Heracleum sphondylium y Heracleum mantegazzianum, imaginamos que estabais consagradas a Heracles…
HERACLEUM SPHONDYLIUM: Así es, Sófora de tronco recto. El héroe descubrió nuestras propiedades. Yo soy común en toda Europa. Los humanos me llaman también Branca ursina falsa. Como Heracles, soy muy resistente y en ocasiones puedo alcanzar prácticamente los dos metros de altura.
Pero mayor tamaño puede tener mi hermano, el Heracleum mantegazzianum,
magnífica planta vivaz o bienal que alcanza alturas de uno a tres metros. Sus increíbles flores blancas forman umbelas que pueden llegar a medir medio metro.
HERACLEUM MANTEGAZZIANUM: Soy originaria del Cáucaso, donde Heracles liberó al titán Prometeo de su tortura.
Pero esa historia la contó en nuestra primera asamblea (1) el Sauce blanco, que crece en el borde de los ríos y arroyos. Mis tallos pueden medir hasta diez centímetros de diámetro. Desprendo un olor muy intenso y algo molesto. Entre otros, este olor tiene un objeto: impedir que los niños empleen mis tallos cortados para hacer canutos que se llevan a la boca o a los ojos, con el resultado de que les aparecen unas ampollas dolorosas si luego se exponen al sol.
DÍCTAMO BLANCO: Querida Hebe, planta de tierras tan lejanas como son Australia y Nueva Zelanda, mi participación y la de las plantas que han colaborado conmigo toca a su fin. Nos sentiríamos muy dichosos si hubiésemos logrado que conozcas de alguna manera a la diosa mediterránea a la que debes tu nombre.
HEBE: Lo habéis conseguido y me siento feliz por ello.
CORNEJO: Le corresponde hablar acto seguido a dos plantas. La primera es la especie tipo de un género de plantas fanerógamas, perennes, herbáceas, nativo de zonas montañosas del hemisferio norte. Es de la familia de las Ranunculáceas muchas de las cuales son un veneno para los seres humanos, pero el suyo es un caso especial.
Me contaba hace poco que en Asia, donde se considera equivocadamente que posee efectos beneficiosos para la salud, se producen envenenamientos graves e incluso mortales, como consecuencia de que hombres y mujeres utilizan sus raíces en la preparación de sopas y comidas. Hablo del peligroso Acónito.
La segunda, el Conium maculatum de hojas divididas en foliolos, mejor conocido como Cicuta, no le va a la zaga en peligrosidad.
Para que los humanos eviten la intoxicación, tienen que fijarse en su tallo hueco y acanalado con muchas ramas en la parte superior y manchas violáceas en la parte inferior.
En el Museo del Prado encontrareéis esta bella escultura de Hebe de Adamo Tadolini. 1825
Próxima lectura:
«Hecate, el Aconito y la Cicuta»
Elena Huerta Fernández para VISITARB MADRID