El jacinto y el príncipe de Esparta
Capítulo 26
JACINTO: Hablo en nombre de todos los componentes de esta asamblea vegetal cuando te felicito por tu participación, Teucrio, de flores blanquecinas o de color rosa.
En cuanto a mí, lo primero que tengo que decir es que mi nombre encuentra su razón de ser en el de un joven príncipe espartano de belleza legendaria, cuya vida se muestra a retazos como envuelta en una espesa bruma.
Algún mitógrafo actual defiende que la planta relacionada con el príncipe Jacinto no soy yo, sino una variedad especial de lirio o martagón. Para argumentar su opinión, dicen que el Jacinto fue introducido en Europa por los turcos. En fin, ya he dicho que la niebla parece velar la vida del príncipe espartano a cuyo nombre debo el mío.
Tampoco hay consenso acerca de quiénes fueron los padres de Jacinto. Sin embargo, yo sé a ciencia cierta que su padre fue Píero, un nieto de Zeus, y que su madre fue nada menos que una Musa: Clío la de hermoso trono (3), la protectora de la historia y de la poesía épica.
AVELLANO: ¿Por qué será que me suena eso de “a ciencia cierta”.
ALMEZ: Harías bien en callarte esas opiniones, Avellano incrédulo.
A la Musa Clío la suelen representar los artistas con un rollo de escritura en la mano.
MIRTO: Jacinto cuyas flores desprenden un aroma delicioso, ¿permites que sea yo quien explique lo que pasó con Clío? Tiene que ver con Afrodita, la diosa de sandalias de plata. Soy quizá la planta que mejor la conoce.
JACINTO: Adelante, Mirto, que perteneces a la diosa del amor que era la propia encarnación de la belleza.
MIRTO: Hubo un tiempo en que Clío se dedicó a comentar de forma burlona el arrebato que en la sensual Afrodita despertaba el joven Adonis.
Afrodita no tardó en dar cuerpo a su venganza: hizo que la Musa de violáceas trenzas se enamorase apasionadamente de Píero.
JACINTO: Muy pertinente tu aclaración, Mirto, emblema también de las Gracias que viven junto a las Musas, remedio de preocupaciones.
En lo que todos están de acuerdo es en que Jacinto era un adolescente de gran hermosura,
que enamoró a un dios: Apolo, de esplendor radiante como el sol.
Parece ser que el joven Jacinto encendió también la pasión en el corazón del mítico poeta Támiris.
Y también enamoró al viento del oeste Céfiro, hijo, como los otros vientos, de la divina Eos (la Aurora) de rosáceos dedos. (2)
HIGUERA: El Céfiro se parecería a su madre, que era un poco … La muy … ¡La muy Titánide! Eos siempre estaba encaprichándose de unos y de otros: Ares, Orión, Céfalo, Titono, Clito. A estos cuatro últimos incluso los raptó.
GRANADO: Y habló la “candorosa” Higuera. Querida, ¿les hemos dicho ya a los árboles extranjeros que era con madera de tus árboles como solían modelarse las estatuas del dios Príapo?
HIGUERA: ¿Por qué no te callas, Granado?
CIPRÉS DE LOS PANTANOS*: ¿Qué pasa con Príapo?
HIGUERA: Que era un dios guardián de los vergeles y de los jardines.
VID: Y de los viñedos.
GRANADO: Pasa que tenía un miembro viril desmesurado.
HIGUERA: ¡Por Deméter y su hija Core, mira que eres desvergonzado, Granado!
JACINTO: ¿Continúo? Apolo se quitó de en medio a su rival Támiris de la siguiente forma: insinuó como de pasada a sus medio hermanas las Musas que el poeta presumía de que sus cantos eran mejores que los de las nueve diosas.
Aquella mañana la embestida del viento parecía que iba a arrancar de cuajo a los árboles; y las Musas de piel suave y pies delicados (2) salieron al encuentro de Támiris…
SAUCE BLANCO: “pues jactóse de que vencedor quedaría aún cantando con las Musas, las hijas de Zeus, portador de la égida, e irritadas dejáronlo ciego y del canto divino le privaron, e hicieron que no recordase la cítara”. (5)
SÓFORA JAPÓNICA*: ¡Yabai con las Musas! ¡Con que “remedio de preocupaciones”! ¿Alguien aseguraba aquí que eran amables?
JACINTO: Lo que está claro como la luz que fotosintetizamos es que un fragante atardecer del mes de mayo Jacinto y Apolo se divertían con el juego del disco, compitiendo a ver quién lo lanzaba más lejos.
El sol comenzaba a ponerse por el horizonte cambiando los colores e inundándolo todo de sombras y resplandores cegadores.
Y quiso el Destino, hijo de la Noche, que el disco lanzado por el dios rebotase en el suelo, con tan mala suerte que golpeó a Jacinto en la sien matándole en el acto.
Algunos dijeron que el culpable de la muerte del príncipe de Esparta fue el viento Céfiro, que desvió el disco en venganza de que el joven hubiese rechazado su amor.
Apolo lloró desconsoladamente la muerte de su joven amigo:
– “Amigo mío, no puedo devolverte la vida, pero tu recuerdo permanecerá imborrable en el tiempo con esta nueva flor, en cuyos suaves pétalos grabaré mi lamento.”
Y de la sangre del joven príncipe nació una flor desconocida hasta entonces. Mis pétalos llevan grabado las letras “ay”, el gemido del dios.
PERAL: Todos los años se celebraba en el mes de mayo una gran fiesta en la región liderada por Esparta: los Hiacintia, en honor de Apolo y Jacinto (Hyacinthus)
JACINTO: Avellano, echo en falta que digas que esto último que ha dicho el Peral, acompañante de Hayas y Robles, es histórico.
AVELLANO: Lo es.
JACINTO: Antes de despedirme, y dedicado al Narciso y al Azafrán que tanto discuten su papel en el mito del rapto de Core por el dios Hades, recitaré el siguiente fragmento de los Himnos Homéricos:
“Comienzo por cantar a Deméter … y a su hija de esbeltos tobillos, a la que raptó Hades … cuando … jugaba … con las hijas de Océano, y recogía flores: rosas, azafrán y hermosas violetas, en el tierno prado, y también lirios, y jacinto, así como el narciso…” Como veis, el papel está muy repartido. (5)
ÁRBOL DEL LOTO: Perdonad; yo no tenía previsto intervenir … pero el Granado y la Higuera han mencionado al dios Príapo… y … mi aparición en el mundo se debe a esta divinidad… deforme.
JACINTO: ¿Cómo has podido pensar en no intervenir? ¡Eres una de las plantas cultivadas desde más antiguo en el sureste de Europa!
ÁRBOL DEL LOTO: Mi nombre botánico es Diospyros lotus que quiere decir trigo de Zeus. Mis frutos son bayas jugosas En la Grecia antigua la llamaban la fruta de los dioses. Homero en la Odisea menciona esta fruta.
Pero cuento cómo vine al mundo. Príapo se obsesionó con una bella ninfa, Lotis, y la acosaba de noche y de día.
Lotis no aguantó más y rogó a los dioses que la transformaran en árbol. Los dioses accedieron a su petición y Lotis se metamorfoseó en mí mismo.
EUCALIPTO*: Todos te agradecemos que hayas contado tu historia, tímido Árbol del Loto de hojas brillantes.
JACINTO: Árbol del Loto que vives en zonas medias y bajas de montaña, prefieres los sitios soleados y puedes crecer en pendientes rocosas, creo que debo cederte el honor de presentar al árbol que hablará a continuación: el Taray.
ÁRBOL DEL LOTO: Gracias, será un honor para mí.
Ahora le corresponde hablar al Taray, arbusto que fructifica con abundancia, lo que beneficia su reproducción natural. Puedes dar comienzo, Taray, árbol de crecimiento rápido cuyo nombre en griego es Mírice.
Proxima lectura capitulo 27
El Taray era Mírice
Elena Huerta Fernández para
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