El fantasma del silfium
Capítulo 48
ALISO: Se acerca la hora de la despedida y seré yo, Aliso, quien invite a hablar al último participante de este nuestro segundo y querido coloquio vegetal. Pero en este caso no se trata de una planta viva. Se trata de un fantasma. El fantasma de una planta. ¡Adelante Silfium!
SILFIUM: En efecto; soy el espíritu de una hierba que existió durante un espacio de tiempo y luego desapareció de la faz de la tierra: la hierba aromática “Silphion”. Desaparecí a principios de la era cristiana. En la actualidad se me considera extinguida. (*)
ALISO: Se ha valorado la posibilidad de que algunas especies modernas fuesen Silfium, o al menos parientes muy próximos a esta.
SILFIO: Se me conceptúa generalmente como un miembro del género Ferula, al que también pertenece la asafétida, de la que, en ocasiones, se ha dicho que soy yo misma.
El geógrafo e historiador Estrabón, que nació unos 63 años antes de Cristo, usó ambos términos indistintamente.
La asafétida fue mi sustituta, con una calidad inferior a la mía. Ahora se discute si era un sucedáneo o una variedad de mí misma.
ROBLE: Yo, que te conocí, sé que tenías fuertes y abundantes raíces y que tu tallo era similar al tallo de la asafétida.
SILFIO: Mis hojas eran parecidas a las del perejil y las mudaba cada año. Silphium viene del griego Σίλφιον. Mi nombre latino es laserpicium. Y dada mi insegura nominacion utilizare distintas formas de presentarme en esta asamblea, aquí como un posibilidad…
Fui una planta muy valorada en la antigüedad en la zona mediterránea por mi exudado resinoso, utilizado por sus propiedades como medicamento y condimento gastronómico.
PAPIRO: Tanto la escritura egipcia como la minoica poseían ideogramas específicos para denominarte, Silfio.
AVELLANO: La existencia del Silfio está documentada desde tiempos muy antiguos y tuvo gran importancia para los pueblos que lo usaron. Hacia el año 50 después de Cristo el laserpicio había desaparecido de la región de Cirene.
Plinio habla del valor del Silfio y escribe que en su época solamente pudo hallarse una única planta que se envió al emperador Nerón como regalo.
SILFIO: Diversas expediciones botánicas han tenido lugar a lo largo de la historia con la finalidad de localizarme en el norte de África, sin éxito hasta la fecha. No se sabe a ciencia cierta la razón de mi extinción. Probablemente se debió a una sobreexplotación debida a mi alto valor. Aqui me he presentado como una imagen grabada en una moneda…
…porque yo valía mi peso en plata.
Por otro lado, los cambios climáticos provocaron que el norte de África se volviera progresivamente más árido en comparación a como había sido en la antigüedad. Yo crecía en una franja de tierra muy estrecha en la costa flanqueada por el desierto.
Además sólo era posible recolectarme en estado silvestre; mi cultivo era imposible, no me dejaba domesticar. Otra causa de mi extinción pudo ser un excesivo pastoreo, porque la carne del ganado que me consumía adquiría un sabor excelente.
AVELLANO: Plinio también habla de ello.Y menciona que los habitantes de Cirene consumían el tallo de la planta asado o cocido, porque tenía efectos purgantes y purificadores del organismo. Todo es cierto.
GINKGO*: Estás disfrutando, Avellano.
AVELLANO: No lo niego, longevo Ginkgo, único árbol en el mundo sin parientes vivos.
SILFIO: Mi uso como planta medicinal estaba indicado para el dolor de garganta, la tos, la fiebre, la indigestión;
además era contraceptivo o abortivo.
De mi raíz y mi tallo brotaba una resina aromática.
El fluido extraído se dejaba madurar en recipientes sobre una capa de salvado; se agitaba de cuando en cuando para evitar su putrefacción. Cuando cambiaba de color es que había madurado y podia beberse
La explotación de mis plantas se concentraba en el noreste de la actual Libia y era muy importante para la ciudad de Cirene; tanto, que la imagen de la planta se conserva en la mayoría de monedas acuñadas en este lugar.
Mi origen legendario se debe a Aristeo. Fue mi descubridor… y un médico semidivino por ser hijo de Apolo. Aristeo fue otro discípulo más del Centauro Quirón; de él aprendió medicina y el conocimiento de las plantas.
PAPIRO: Aristeo quiere decir “el mejor” y «apicultor divino»
SILFIO: Gracias, Papiro. Aristeo me sembró en Libia, concretamente en la región de Cirene. Allí , como ya comenté se dio la principal producción de mis plantas.
La madre de Aristeo respondía a ese nombre: Cirene. Aristeo llegó a aquel lugar acompañado de su madre y puso su nombre a la región.
Aristeo no pudo tener familia más notoria. Su bisabuela fue una náyade; se llamó Creúsa.
BAOBAB *: Si no recuerdo mal, al principio de este congreso vegetal, la Encina explicó quiénes eran las náyades. ¿Eran unas ninfas, hijas de la Madre Tierra, cuyo cometido era cuidar de los manantiales?
SILFIO: Tu memoria es prodigiosa, como tú mismo, Baobab, que creces en la isla de Madagascar. La náyade Creúsa y el dios-río Peneo, de Tesalia, tuvieron un hijo que llegó a ser rey de los lapitas. Este rey fue padre de una ninfa preciosa: Cirene.
Una mañana de violento color azul, el rubicundo Apolo cazaba en el valle del Pelión. Cuando las copas de los árboles estuvieron colmadas de la luz del mediodía, Apolo vislumbró desde lejos a Cirene.
LAUREL: A ti, alto Apolo “todas las atalayas te complacen, así como los cimeros promontorios de alturas eminentes, los ríos que desembocan en la mar, los farallones que sobre la mar se ciernen y los puertos marítimos”. (5)
SILFIO: Cuando Apolo vio a Cirene, se enamoró inmediatamente de ella. En ese momento, la ninfa luchaba valientemente contra un león. Apolo gritó a Quirón…
ROSAL: “Deja tu augusta gruta, hijo de Fílira, y admira el arrojo y la gran fuerza de una mujer. ¡Cómo aguanta la pelea con intrépida cabeza una muchacha con un corazón por encima de la fatiga y cómo su ánimo no se deja azotar por la tormenta del miedo!” (3)
SILFIO: El dios enamorado se llevó a Cirene a Libia en su carro construido con rayos solares.
En Libia, Cirene la de hermosos brazos (3) trajo al mundo a Aristeo.
Luego decidió irse a vivir a un palacio de cristal que su abuelo, el dios-río Peneo, había construido bajo las aguas.
Cuando Cirene se ausentó, Apolo confió al niño Aristeo al cuidado de su bisabuela Gea y de las tres Horas o Estaciones, a quienes se ha aludido en la exposición que hizo el Cálamo de raíces aromáticas.
SAUCE: Pues yo, sin embargo, había oído que le criaron las diosas de armonioso canto, (5) las Musas, de quienes soy, para mi honor, el árbol divisa.
TILO: Más tarde, quien le educó y le enseñó medicina fue el centauro Quirón.
ENCINA: Pues a mí me consta que las ninfas le enseñaron apicultura.
VID: Y el cultivo de mis plantas.
SILFIO: En su adolescencia, Aristeo se dedicó a cuidar los rebaños de carneros. Después, inventó fundamentales estrategias para la caza, concretamente los fosos y las redes.
Aristeo se casó con una chica llamada Autónoe. Era hija de Cadmo y Harmonía, de quienes se ha hablado aquí en más de una ocasión.
Autónoe había heredado parte de la hermosura de su madre y de su abuela, la escultural Afrodita, la diosa que tiene como atribuciones la sonrisa, la ternura y el dulce placer. (15)
ABETO: Quien tenga buena memoria habrá adivinado que Autónoe era hermana de Ino y de …
HIEDRA: … de Sémele, la madre de Dioniso Cissós o, lo que es lo mismo, Dioniso Hiedra.
SILFIUM: Aristeo y Autónoe tuvieron un hijo de historia memorable. Se llamó Acteón y adoraba la caza, como su padre y su abuela Cirene.
Una tarde que Acteón descansaba con su jauría de cincuenta perros del duro ejercicio de la caza, vio cómo la diosa Ártemis se bañaba desnuda en el río, acompañada de sus ninfas.
Acteón se ocultó tras unos arbustos, pero la diosa se percató de su presencia y, airada, para castigar su atrevimiento, le convirtió en ciervo.
PALMERA: ¡Pobre Acteón! Ártemis, a quien mis árboles estuvieron consagrados, se dejó llevar por la cólera… una vez más.
SILFIUM: Tu diosa, Palmera, tenía un genio insufrible, como queda demostrado en la historia de Acteón, de Calisto y en otras muchas.
Una vez transformado Acteón en ciervo, sus propios perros acabaron con el pobre muchacho.
Luego los animales se dedicaron a buscar a su amo por todo el bosque, nerviosos, intuyendo lo que había sucedido.
TILO: Los perros llegaron enloquecidos a la gruta que servía de vivienda a Quirón. Cuando el Centauro vio el estado de angustia y nerviosismo que torturaba a los sabuesos, sintió pena por ellos y modeló con sus sabias manos para ellos una estatua que era la viva imagen del joven cazador.
ROBLE: Nunca podré olvidar aquel día en el que Aristeo acarreó la desgracia de la hamadríade Eurídice y de su esposo, mi querido Orfeo. ¡Vaya movida que organizó Aristeo!
SILFIUM: Sí. Aquella fue una desdichada circunstancia. Aristeo fue víctima de Ate: el Error (6). En su obcecación, se había enamorado de la esposa de Orfeo, la dríade Eurídice.
Un día de locura y ofuscación, Aristeo persiguió a Eurídice por el bosque. Sin pretenderlo, causó la muerte de la gentil dríade, porque, huyendo de Aristeo, una víbora mordió a Eurídice en un pie.
Por aquel entonces, los dioses amaban al músico-poeta Orfeo más que a ningún otro ser humano, y no podían dejar sin castigo la acción de Aristeo.
Enviaron una epidemia que acabó con todas sus abejas.
Aristeo, afligido, intuía que el problema tenía su origen en la muerte de la dríade. Así que –pensó- la solución del problema habría de venir del dictamen de otra ninfa. Y lo primero que le vino a la mente fue la imagen de su madre: Cirene.
En aquella época, Cirene continuaba viviendo en el palacio de cristal que, como dije antes, se encontraba en el fondo del río Peneo. Aristeo se aproximó al río.
-“¿Qué me aconsejas, madre?” – gritó Aristeo a Cirene. La ninfa no tardó en salir a la superficie.
–“Hijo mío, necesitas consultar con alguien que tenga dotes proféticas. Estoy pensando en Proteo, el dios marino. Proteo se ocupa de cuidar los rebaños de animales marinos, propiedad de Poseidón.
Búscale cerca de la desembocadura del Nilo. Le gusta zascandilear por allí. Pero no olvides que no es en absoluto de su agrado responder a las preguntas que le hacen los mortales. Claro que tú puedes conseguir algo más de él, dado que una parte de ti mismo es inmortal. En cualquier caso, no conseguirás nada de él si no le encadenas”.
Y allá que se fue Aristeo. Encontró a Proteo cuidando un rebaño de tortugas marinas.
A Proteo no le gustaba profetizar y aún le gustaban menos los interrogatorios, y eludió todo lo que pudo la respuesta, forcejeando con Aristeo mientras se convertía en todos los animales que uno imaginarse pueda, porque, aparte del don de la profecía, también tenía el don de poder metamorfosearse en cualquier animal marino.
Pero finalmente Aristeo consiguió encadenarle y Proteo se quedó quieto en la forma de un calamar gigante. (6)
-“¿Por qué me molestas, hijo de Apolo? ¿Qué quieres de mí?” –gruñó el calamar; es decir, Proteo.
-“Necesito que me digas por qué se han muerto mis abejas y cómo puedo recuperar mis enjambres”.
–“Tú provocaste la muerte de una hamadríade de nombre Eurídice, y sus hermanas están realmente enojadas contigo. Tampoco tienes de tu lado a los dioses. Deja que me concentre… A ver si me viene la inspiración … ¡Ya!”
– y Proteo continuó: “Veo unos novillos muertos … ¡cuatro! De sus vientres abiertos surgen abejas… ¡Muchas abejas! … ¿Te vale así? Espero que te resulte de utilidad.
Y el calamar se zafó de las cadenas, convirtiéndose en una delgada y escurridiza serpiente marina.
Aristeo entendió que debía sacrificar a las ninfas cuatro novillos. Y así lo hizo. Del vientre de los animales comenzaron a salir cientos de abejas. Aristeo fue honrado en Arcadia por haber introducido la cría de abejas.
La próxima historia de Aristeo que voy a relatar ocurre en las Islas Cícladas.
PINO PIÑONERO: Las Cícladas es un archipiélago que está en el centro del mar Egeo.
SILFIO: Una peste asolaba las islas. Era la temporada más calurosa del año, en la que la estrella Sirio hace los días más bochornosos.
Apolo ordenó a su hijo Aristeo que pusiese sus conocimientos médicos al servicio de aquellas gentes. Aristeo así lo hizo, y también ofreció sacrificios a Zeus y a Sirio.
Zeus se conmovió y acabó de perdonarle la muerte de Orfeo, fatal consecuencia de la muerte de Eurídice, y envió los vientos etesios del norte, que desde entonces se levantan cada año en esa época y purifican la atmósfera del lugar.
ROBLE: Magnífico, Silfium, ¿has terminado?
SILFIUM: Aún puedo contaros otra breve historia que tiene relación conmigo.
CAMELIA*: Estupendo, Silfium.
SILFIUM: La casa que en otro tiempo había sido habitada por Tindáreo y Leda, reyes de Esparta, y donde nacieron las dos parejas de mellizos: Helena, Clitemnestra, Cástor y Pólux, pasó a ser propiedad de un ciudadano espartano llamado Formión.
PERAL: Cástor y Pólux, los Dióscuros, apaciguan los vientos marinos. Ya dije que yo fui su árbol emblemático.
ROSAL: El poeta Horacio dedica estos versos a los Dióscuros: “… el uno sin rival en las carreras de caballos, el otro en las luchas del pugilato, cuya propicia estrella, en el momento que resplandece a los ojos de los marineros, calma el mar agitado que bate las rocas, amansa el fragor de los vientos, disipa los nublados, y sumisas a la voluntad de estos númenes, las olas se duermen sobre la líquida llanura”. (18)
SILFIUM: Una tarde, los Dióscuros, que ya habían sido divinizados, se presentaron en su antigua casa bajo la apariencia de comerciantes viajeros.
-“Agradeceríamos, Formión, tu hospitalidad. Venimos de Cirene y nos gustaría que nos dejases pernoctar en el aposento que da al jardín” – dijeron Cástor y Pólux a Formión, deseosos de volver a dormir en la que había sido su habitación de niños.
El sol de la tarde de finales de julio arrancaba al Ciruelo Rojo del jardín un color sin nombre, tan bello como la poesía.
-“¡Cuánto lo siento! Toda mi casa está a vuestra disposición, pero precisamente esa habitación es la que no puedo daros, pues es donde duerme mi hija”– respondió débilmente Formión.
Cástor y Pólux accedieron a pernoctar en otro aposento. Pero cuando al amanecer desaparecieron, con ellos había desaparecido la encantadora hija de Formión y todas sus criadas.
A la mañana siguiente, en la habitación de la chica solo encontraron una imagen de los Dióscuros y una tabla sobre la cual alguien –nunca se supo quién- había dejado una buena cantidad de Silfio.
ENCINA: ¡Qué barbaridad!
SILFIO: Totalmente de acuerdo, Encina. Iba a decir que no había Silfio en el mundo para pagar la desaparición de unas chicas. Pero la historia no proporciona un final, con lo cual se presta a que cada uno la termine a su estilo. ¿Por qué no pensar que las jóvenes estaban deseando abandonar esa casa?
En fin, yo recomiendo imaginar un final absolutamente feliz. Y tener en cuenta que os lo recomienda un fantasma vegetal, salido del Hades.
Próxima lectura:
Elena Huerta Fernández para
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