Dos buitres en el roble
Capítulo 28
ROBLE: Agradecido por tus elogios, Taray de corteza pardo rojiza, ramas flexibles y hojas diminutas de color verdeazul.
Una vez que ha terminado su exposición el Taray, especie muy robusta y muy de luz, comienzo la mía, que sé que esperáis con ansiedad dado mi insigne prestigio en el reino vegetal.
ENCINA: La humildad sigue sin ser lo tuyo, hermano.
ROBLE: Razones hay que justifican mi orgullo. Alguna virtud he de tener para que dos dioses de la talla de Atenea y Apolo me eligieran para posarse en mis ramas bajo la apariencia de dos buitres. Pero reconozco que ni yo mismo puedo contarlo mejor que lo hace Homero en la Ilíada:
“Convertidos Atenea y Apolo, el del casco de plata, en dos buitres, volaron y se acomodaron en lo alto de la copa del roble de Zeus portador de la égida, para, así, deleitarse mirando a las filas de hombres erizadas de muchos escudos, de cascos y lanzas. Como cuando, al caer en las aguas el soplo del Céfiro, altas olas encrespa y el mar toma un tinte negruzco, de igual modo troyanos y aqueos en filas movíanse en el campo.” (4)
¿Decías algo, Avellano?
AVELLANO: No, nada.
OLIVO: Pues yo no oculto que a mí también se me hace raro que los dioses “se deleitaran” con lo que para los mortales humanos significaba el dolor y la muerte. ¡Incluso mi diosa Atenea! Pero ¿me atañe a mí, un humilde árbol, juzgarla?
ROBLE: Atenea, la brillante diosa del Olivo, estaba viendo que se producían muchas bajas entre los aqueos y, decidida, bajó de la cumbre del Olimpo para dirigirse a Troya.
Apolo, que en su personalidad solar todo lo ve y que estaba en Pérgamo, vislumbró a la diosa a lo lejos y decidió hacer valer su oposición, porque él, al contrario que Atenea, había tomado partido por los troyanos y deseaba fervientemente que estos lograsen finalmente el triunfo.
Vueltos ambos dioses a su forma divina, se pusieron a conversar debajo de mi Roble. Sugirió Apolo: “Consigamos que el gran Héctor provoque a un combate singular a cualquiera de los aqueos que acepte el reto”. La diosa de ojos claros, Atenea, se mostró de acuerdo.
Heleno, uno de los numerosos hijos de Príamo, el rey de Troya, oyó lo que ambos inmortales decían. Heleno era hermano del gran Héctor y también hermano mellizo de Casandra. Ambos, Heleno y Casandra, poseían el don de profetizar. Heleno buscó a Héctor y le animó de forma parecida a esta:
– “Manda que la batalla se suspenda y reta al más audaz de los aqueos a un combate contigo. He escuchado la voz de los dioses eternos y tu destino no es la muerte por esta vez”.
Héctor hizo lo que su hermano le aconsejaba y retó a un combate cuerpo a cuerpo al “más valiente de los aqueos”.
Los aqueos echaron a suertes quien lucharía contra el valeroso Héctor y la suerte señaló a Áyax el Grande, bastión de los aqueos, de quien nos ha hablado la Consuelda o Consolida Ajacis.
El combate entre los dos valientes y esforzados héroes duró hasta que la noche los privó de la luz.
Entonces ambos, agotados y de mutuo acuerdo, decidieron interrumpir la lucha sin declarar un vencedor. Y en reconocimiento a la valía del otro, intercambiaron los preciosos regalos que nos describió la Consolida Ajacis.
CATALPA*: Si no he entendido mal, Roble, árbol muy longevo que llegas a alcanzar un porte gigantesco, has dicho que Atenea era partidaria de los griegos o aqueos, mientras que Apolo había tomado partido por los troyanos. ¿Es así?
ROBLE: Así es, Catalpa de grandes hojas en forma de corazón.
CATALPA*: ¿Y qué pasaba con el resto de los dioses?
OLMO: Los Olímpicos se hallaban divididos en dos bandos. Mostraban claramente sus preferencias por el bando troyano: Apolo, su hermana melliza Ártemis, Ares y Afrodita. Mientras que Atenea, Hera, su hijo Hefesto, Hermes y Poseidón deseaban la victoria de los aqueos.
ROBLE: Gracias, respetable Olmo que floreces de febrero a marzo.
CHOPO DEL CANADÁ*: Querido Roble, hace un instante has mencionado que el adivino Heleno tenía una hermana melliza que compartía con él sus dotes proféticas. Si mi memoria no me falla, ninguno de vosotros ha hablado de ella…
ENCINA: Con permiso de mi hermano el Roble, seré yo quien satisfaga tu curiosidad, Chopo canadiense de amplia copa alargada y piramidal.
La princesa troyana Casandra fue otra de esas jóvenes que rechazó el amor del dios Apolo, como anteriormente vimos que ocurrió con Dafne, Castalia o Corónide.
El dios había concedido a Casandra el don de la profecía, pero al ser rechazado por la gentil jovencita, la escupió en la boca y pronunció la siguiente condena:
-“Acertarás en todas tus profecías, Casandra, pero nadie creerá en ellas jamás.”
Casandra vaticinó que su hermano Paris sería el causante de una guerra que destruiría Troya.
Aconsejó a los troyanos que no permitiesen la entrada en la ciudad del enorme caballo de madera, regalo de los aqueos.
Intentó evitar que su amante Agamenón regresase a Grecia, avisándole de que allí sería asesinado por su esposa Clitemnestra y el amante de esta, Egisto.
Todo inútil. Todo en vano. Nadie la creyó nunca y todo se cumplió como ella dijo.Yo aquí veo una metáfora clara, un ejemplo evidente de …
ROBLE: Todos apoyamos tu acendrado feminismo, hermana; pero ya tuviste tu ocasión.
Y ahora os aseguro que os va a gustar el siguiente episodio en el que también yo juego un importante papel. Pero que sea el Tilo de flores olorosas quien la inicie. Empieza, colega.
Próxima lectura:
«Filemón en Roble, Baucis en Tilo»
Elena Huerta Fernandez para
VISITARB MADRID